martes, agosto 22, 2006

El inesperado escape

El inesperado escape

Me dieron la noticia que debía de ser yo quien transmita a Batista el arribo del grupo de revolucionarios con ideas que transmitían al pueblo desconforme frente al régimen político vigente. Sin más explicaciones me ordenaron que lo que debía de hacer era pedirle al presidente que huyera con el fin de no tener un enfrentamiento cercano con los revolucionarios.
Sabía cual iba a ser su primera reacción, iba a enojarse conmigo, gritarme ofendido pero era una orden y debía de cumplirla tal cual me la habían planteado. Entonces comencé a ensayar lo que iba a decir dando respuestas a preguntas que nadie hacía, excusando la falta de merito del estado en las claras ideologías inventando sus respuestas para lograr persuadirlo. Luego, me dirigí a mis compañeros de trabajo para pedir una serie de consejos para lograr afrontar con la mayor entereza posible mi objetivo. Por última vez antes de dirigirme al despacho del señor presidente ensayé mi discurso una última vez y me dirigí con paso firme y lento a golpear la puerta. Una voz inquieta preguntó quien era y en el mismo instante que respondí mi nombre abrí la puerta, preocupado Batista me preguntó cual era el motivo de mi visita. Entonces palabra a palabra de mi discurso le comuniqué lo que debía de hacer de ahora en adelante, él me ordenó que se utilizaran hasta los últimos recursos pero que él no se retiraría del poder. Con angustia tuve que responderle que ya hasta eso habíamos intentado y no habíamos tenido éxito.
Finalmente luego de unos largos minutos de discusión para deliberar si el señor presidente iba a abandonar el lugar o no, él decidió hacerlo ya que no encontró ningún otro remedio. Recorriendo la casa se dirigió hasta la puerta que le permitió escapar hacia donde nadie lo esperaría. También nosotros dejamos el lugar con ansias de volver pronto sin opositores.
Por el momento la victoria no era nuestra pero no hacia falta más que un plan para lograr alcanzarla.